jueves, 20 de octubre de 2011

Prometeo encardenado.

Ya veis, aquí estoy, condenado a que una sucia águila se coma día tras día mis entrañas mientras yo no puedo hacer otra cosa que retorcer me de dolor encadenado a esta piedra durante toda la eternidad. ¿ Tan malo fue lo que hice Zeus? Esto que siento es mucho más profundo que el simple sufrimiento, pero yo nunca perderé la esperanza de que algún día pueda recobrar mi valiosa y preciada libertad, de que en algún momento Zeus se apiade de mi existencia. Engendrar la vida era mi misión, ¿ y que importa ponerle un poco más de emoción al asunto? Los hombres son ambiciosos, como yo, se merecían el fuego y yo se lo entregué, no veo nada de malo en eso.
Los días pasan y por aquí no paran de venir ,pero nadie tiene la valentía suficiente para liberarme o simplemente para aliviar el dolor que este cruel águila se atreve a producirme.
El otro día un coro de ninfas marinas acudió a mi llamada e intentaron controlarme pero yo supe como intervenir y les conté unas historias que cualquiera hubiera suplicado por escuchar. Les dije que Zeus solo era un tirano, la verdad sin duda, pues yo solo intentaba liberar a los hombres de ser oprimidos por él y así es como acabó mi aventura. También les revelé que poseía un secreto que nadie más sabía, ni Zeus y que él vendría a que se lo revelara tarde o temprano, no debían preocuparse por mí. Pero pronto se acabó mi diversión, Océano no tardo en acudir con su gran carruaje y sus largas barbas. Me ordenó que fuera más humilde y que me sometiera a mi castigo, pero eso era demasiado fácil, ¿ dónde queda sino la diversión?
Hace unas lunas al despertarme cual fue mi sorpresa al encontrarme con nada menos que con la Princesa de Argos, que ahora era una simple vaca condenada a que un tábano no cese de picarle.
-Nunca volverás a tu forma verdadera, asúmelo- le dije desafiante-
-Una vez fui la favorita de los dioses, supongo que eso contará para algo- me contestó cabizbaja y humilde-
- Mi profecía  es que engendrarás a un héroe , un héroe que vendrá a liberarme algún día de este martirio.
-Ojala tengas suerte Prometeo, aunque lo dudo mucho- después de pronunciar estas palabras se dio media vuelta y desapareció entre los árboles-
Poco después de mi breve conversación con  Io no tardo Hermes en llegar para atormentar aún más mi existencia pero no dudé en gritarle a los cuatro vientos que solo yo, Prometeo, conocía aquella cosa que ni siquiera Zeus alcanzaba a saber, pero a Zeus no le gustaron mis gritos y fui castigado de nuevo con unos truenos.
¿ Cuándo llegará mi ansiada libertad?

1 comentario:

  1. Este texto está muy bien escrito Susana. La reflexión de Prometeo está muy bien desarrollada

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